Época: Mesoamérica
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
El mito y la historia tolteca

(C) Andrés Ciudad y María Josefa Iglesias



Comentario

Emplazada a 2.000 m sobre el nivel del mar en una región semiárida, constituye el centro de civilización mesoamericano más septentrional y, por lo tanto, en continua relación con las comunidades seminómadas del norte de Mesoamérica. El área está ocupada desde el Formativo Medio, y durante el Clásico se considera subsidiaria de Teotihuacan.
Desde finales del Clásico, el asentamiento consta de dos centros, Tula Chico y Tula, los cuales terminan por unirse dando lugar a un área urbana aproximada de 11 kilómetros cuadrados que, junto a las periferias, aloja unos 60.000 habitantes. El centro neurálgico de la ciudad es el Recinto Ceremonial, limitado al oeste por el Templo del Sol -Tezcatlipoca Blanco del Este- y al norte por el Templo de Quetzalcoatl.

La arquitectura tolteca, de menor calidad que la fundamentada en tradiciones mesoamericanas más antiguas, introduce nuevas soluciones técnicas, como una vasta galería porticada que da paso a grandes espacios interiores. Los templos, de forma cuadrada y dos habitaciones interiores, se elevan sobre una plataforma formada por piedras y tierras y revestida por losas de piedra bien cortadas. Los espacios habitables son más amplios mediante otra innovación técnica de gran importancia: la introducción del pilar y la columna como elemento estructural en la arquitectura, que confiere a las habitaciones más profundidad y la apertura de espaciosos recintos.

Otra novedad de interés, seguramente generada en el norte de México, es la escultura arquitectónica utilizada como refuerzo de la ideología militar. Se hacen corrientes las escenas macabras de cráneos y rostros humanos que emergen de las fauces de un ser monstruoso que mezcla elementos de jaguar, pájaro y serpiente, una alusión a Venus como Estrella de la Mañana (Tlahuizcanpantecuhtli).

También se introduce la construcción del Coatepantli (muro de serpientes), donde se representan procesiones de jaguares y coyotes comiendo corazones humanos, y caballeros jaguar y águila, un motivo que se repite frecuentemente en las pilastras y columnas, así como en las banquetas de los templos.

De innegable relevancia arquitectónica son los denominados Atlantes, unas inmensas cariátides compuestas por varios tambores de piedra que representan guerreros toltecas que portan escudos y lanzadardos (atlatls) y se asocian al Templo de Quetzalcoatl, así como las grandes cabezas de serpientes que sirvieron de base a las colimbas colocadas a la entrada del templo.

Otra innovación de interés la constituyen las salas hipóstilas, como las existentes en el Palacio Quemado, en cuyo interior se alojan banquetas decoradas con dignatarios o sacerdotes en procesión pintados en rojo, amarillo, azul, blanco y negro. El Adoratorio, el Juego de Pelota y otros edificios integran el Recinto Principal. En el exterior, conjuntos de apartamentos y grupos de chozas completan el patrón urbano del centro.

Los toltecas elaboraron también otro tipo de esculturas que no estuvieron integradas a la arquitectura. Estas tallas fueron confeccionadas en tres dimensiones, con volúmenes muy geométricos como el cubo, el cilindro y el prisma rectangular, y tienen un aspecto de tosquedad que en poco recuerda a la maestría alcanzada por los olmecas y por la mayoría de las tradiciones mesoamericanas. Un punto de interés es la presencia de imágenes innovadoras con respecto a la iconografía tradicional en Mesoamérica.

Destaca en este sentido el Chac Mool, una figura humana reclinada con los codos apoyados en el suelo y las manos confluyendo sobre el abdomen y, en ocasiones, sosteniendo un receptáculo; una escultura que alcanzará una gran distribución a lo largo del Postclásico. Otros ejemplos muestran atlantes con los brazos en alto utilizados para sostener altares y tronos, y portaestandartes, todos ellos inspirados en tradiciones formuladas en el área del Bajío y del norte de México, y con una continuidad que perdurará hasta tiempos aztecas.

Junto a ellos existen también tallas de influencia maya, como las tres estelas encontradas en la ciudad, cuyo relieve profundo recuerda el conseguido en Piedras Negras. Las figuras tienen tocados con el signo del año y es común la representación de Tlaloc, con una iconografía que, sin duda, está en consonancia con las escenas características del área maya, de Cacaxtla y del centro de México.

Por lo demás, el registro arqueológico de la capital tolteca contradice ampliamente los pasajes de las crónicas, que caracterizan al pueblo tolteca (un término que se traduce como maestro artesano) como el más diestro en las artes y en las ciencias de la historia de Mesoamérica. Estos mismos datos señalan que los posteriores aztecas, que intentaron enlazar sus genealogías con los dirigentes de Tula y reinterpretaron la historia, tergiversaron la leyenda tolteca, que nos habla de grandes guerreros que colonizaron extensos territorios mesoamericanos a la caída del período clásico. Al contrario, la arqueología nos dice que los toltecas apenas si consiguieron dominar el norte de la cuenca de México y una estrecha faja de territorio que enlazaba con el suroeste de los Estados Unidos, y que tenía diferentes ramificaciones, la cual ha sido denominada Ruta de la Turquesa.

Pero sí es cierto que los toltecas reforzaron las grandes rutas de comunicación de Mesoamérica, por las que se distribuyeron recursos de regiones muy variadas, algunos muy poco conocidos hasta entonces en la región; y que ello posibilitó en ocasiones la fundación de nuevos asentamientos y la expansión de la frontera norte de Mesoamérica. La Quemada y Casas Grandes al norte de México surgieron entonces como centros de civilización, que controlaban los afloramientos de hematita, pedernal, calcedonia y turquesa; con ellos penetraron pipas de arcilla y elementos arquitectónicos ajenos a la tradición mesoamericana.

Por estas rutas internacionales se distribuyó un tipo de cerámica que tuvo gran aceptación durante el Postclásico, la Tohil Plomiza, y se generalizó el uso del metal. No cabe duda de que la propaganda difundida por los comerciantes toltecas a lo largo de estas extensas rutas contribuyó de modo especial a confeccionar esa leyenda de destreza, poderío y esplendor.

Esas mismas fuentes a las que nos hemos referido comentan que, tras su derrota por parte de los partidarios de Tezcatlipoca, Quetzalcoatl salió de Tula hacia Tlapallan. Coincidiendo con esta misma fecha de 987 d. C. aparece en Yucatán un líder que se hace llamar Kukulcan, que en yucateco se traduce como "serpiente emplumada", la asimilación en Yucatán de Quetzalcoatl.